Transcripción del tema impartido el 21 de febrero 2024
El arrepentimiento significa un cambio de mente Es el pesar que una persona siente por algo hecho, dicho o dejado de hacer. Quien se arrepiente cambia de opinión o deja de ser consecuente con un determinado compromiso.
Cuando entendemos que hay un Dios que nos mira, que está con nosotros y que nosotros le hemos recibido como Dios, entendemos que su voluntad, expresada en la Biblia, nos va a ir determinando lo que quiere para nosotros.
Hay algunas cosas generales dirigidas para todos (como su ley moral expresada en los 10 mandamientos) y hay cosas particulares, que Dios nos pide de forma individual. Entonces, cuando hablamos de que viene expresada en la Biblia la voluntad de Dios hacia nosotros y a cada uno en particular, Dios va indicando que es lo que quiere y que es lo que no le gusta de nosotros.
Muchas veces tratamos de adaptar lo que encontramos en la palabra para justificar nuestro comportamiento y decir que en realidad no estamos pecando. Lo que en realidad debemos entender es que, cuando el Espíritu Santo habita en nosotros, nos tiene que ir transformando. Esa es la forma mas verdadera y real de entender que tenemos una relación con Dios, cuando somos “transformados”. Cuando no somos transformados entonces quiere decir que no tenemos una relación con Dios.
Primero el Señor nos transforma de adentro hacia afuera: En nuestro sentir, en nuestro pensar, para terminar con nuestro actuar. Y la transformación debe ser SIEMPRE a la semejanza del Señor.
No podemos dejar que la carne nos domine y debemos permitir que el Señor nos transforme, es ahí donde entra el arrepentimiento.
Cuando somos transformados, es de tal manera que podemos tener paz incluso en situaciones en donde somos ofendidos o lastimados. En esas situaciones la reacción natural es desear el mal a alguien, y puede ser incluso que esa persona se lo merezca, pero cuando somos transformados entendemos que nosotros merecíamos la muerte, y Jesús sacrificó su vida para salvarnos, y con esa misma mente es que perdonamos y pedimos por quienes nos han ofendido.
Somos transformados, pero para que haya esta transformación debe haber un arrepentimiento. A través del arrepentimiento comprendemos cuando hemos hecho algo que no le gusta a Dios, y entonces nos arrepentimos con Dios y somos transformados.
El arrepentimiento es fundamental para ser transformados. De otra manera, no podemos ser transformados, por que vamos a pensar que siempre tenemos la razón.
si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra.
2 Crónicas 7:14
De acuerdo con el versículo anterior, un arrepentimiento consta de todas estas partes. Primero, debo saber o entender que lo que hice o lo que hago no le gusta a Dios, y lo que no le gusta a Dios es pecado. Para saber que es lo que no le gusta a Dios lo encuentro en la Biblia y en mi relación con Dios. Entonces dice el Señor: yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra.
El arrepentimiento trae consigo una promesa muy grande. Primera, cuando Dios nos perdona, tenemos una relación con Él, somos sus hijos, Él nos bendice, pero además va a sanar nuestra tierra, nuestra salud, nuestra casa, nuestra economía, pero debe haber un arrepentimiento de pecados.
En el arrepentimiento, primero debemos entender cuales son nuestros pecados, después lo debemos confesar, principalmente a Dios, y en algunos casos, a las personas a las que hemos ofendido. Después debemos tener humildad para aceptar las consecuencias de nuestros pecados, entonces viene la transformación y recibimos el perdón de Dios, con lo que, por medio de el amor y la gracia de Dios y a través de nuestro Señor Jesucristo, somos justificados ante el Padre y obtenemos la vida eterna.
Cuando nos arrepentimos, no es un acto emocional o de sentimientos, no es un acto momentáneo. El verdadero arrepentimiento produce en nosotros dolor, tristeza, y nos lleva a la transformación, a la conversión y la la convicción de no volver a cometer el pecado.
La transformación entonces no es emocional, debe ser una transformación verdadera, por que nuestro entendimiento nos hace ver que hemos ofendido a Dios y estamos seguros de que no lo queremos volver a ofender, y no lo volvemos a hacer.
¿Quiere decir esto que ya no somos pecadores? La Biblia dice que no deberíamos pecar, pero también dice el apóstol Juan que todos somos pecadores. Inevitablemente seguiremos pecando, en algún momento anímico, o circunstancial, pero no por convicción. Es en ese momento cuando nos damos cuenta que hemos sido transformados, ya que de lo contrario seguiríamos pecando.
Así, si alguien nos ofende, posiblemente nos enojemos, pero ya no pecamos.
Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, 27 ni deis lugar al diablo.
Efesios 4:26
Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado;
Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios.
Salmos 51:17
Cuando no creemos necesitar a Dios, somos soberbios, somos rudos, somos nuestros propios dioses. Cuando tenemos un corazón contrito y humillado, sometido, sujeto, triste, buscando a Dios, ese corazón me lleva a decirle a Dios “te necesito, y tanto te necesito que me arrepiento de mis pecados, necesito tu amor, necesito tu paz, necesito todo de ti” Ese corazón es el que Dios jamás va a despreciar, pero debe ser un corazón contrito y humillado. No contrito de muerte, de depresión, contrito de arrepentimiento. Cuando hablamos de esta humildad es por que estamos buscando a Dios. Cuando el Señor no habita en nosotros, nosotros somos dios, el dinero y otras cosas son nuestros ídolos. Pero cuando reconocemos que hay un solo Dios y nos acercamos a Él, jamás nos va a despreciar.
Tenemos una convicción de que hicimos algo mal, después viene una tristeza, como indica el apóstol Pablo a los Corintios.
Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte.
2 Corintios 7:10
Debe haber un fruto de arrepentimiento. Eso es el ejemplo claro de la transformación que Dios ha hecho en nosotros. El que hurta, ya no roba, el que adultera, ya no lo hace mas, etc.
El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad.
Efesios 4:28
Como hijos de Dios ya no podemos hacer lo mismo que hacíamos antes de ser transformados. En nosotros hubo un dolor de haber perdido la presencia del Señor, ya le confesamos nuestros pecados, el ya restauró nuestra relación, así que ya no podemos pecar, ya no debemos pecar, ya que Dios esta en nuestro corazón.
Entonces, ese es el proceso, tengo convicción, hay tristeza en mi corazón, esa tristeza me lleva a arrepentirme, me lleva a la confesión de pecados, Dios nos perdona, y entonces tengo frutos dignos de arrepentimiento. Esos frutos son los que dan la certeza, a Dios, a nosotros mismos y a los demás, de que soy una persona que se arrepintió y que Dios reparó. Entonces viene la restitución, que es reparar el daño que hemos hecho.
Sin arrepentimiento, para con las personas y para con Dios, no tiene sentido pedir perdón. Arrepentirse es un acto de convicción que debe surgir de la comprensión legítima de los propios errores, aunque esto no significa que no volvamos a cometer el mismo error.
Arrepentimiento no es cuando lloramos, arrepentimiento es cuando cambiamos, debe haber una transformación.