Transcripción del tema impartido el 21 de abril 2024
Cada uno de nosotros tenemos gustos diferentes, tenemos cultura diferente, en base a la educación, a la escuela, donde hemos vivido. Con base a estos factores externos vamos formando nuestra mente un criterio, vamos tornando ideas, patrones, secuencia que nos van llevando a ciertas actitudes, a ciertas actitudes o ciertas formas de pensamiento.
¿Cómo se compone entonces la mente de Cristo? La mente de Cristo tiene muchos atributos, pero aquí vamos a destacar que es eterna y no se puede medir. ¿Podemos meter el mar en un vaso de agua?
Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento.
Mateo 22:37-38
Tenemos que amar al Señor con todo nuestro corazón y con toda nuestra mente. Es decir, no solo amar al Señor por un sentimiento, también analizar que hay en nuestra mente.
Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús,
Filipenses 2:5
Dios dejó todo en el cielo para venir a este mundo para ser semejante a nosotros y entregarse por nosotros. Pero nosotros, en ocasiones, con base a nuestros patrones, criterios, ideas, segmentamos nuestra mente, donde parece un campo de batalla: ¿Oraré? ¿Iré a la iglesia? Lo que esta chocando en nuestra mente son nuestras decisiones.
Muchas veces no pensamos, actuamos bajo sentimientos o emociones. Si estamos enojados con alguien, y hablamos sin pensar, en lugar de arreglar el problema lo empeoramos.
La blanda respuesta quita la ira;
Mas la palabra áspera hace subir el furor.
Proverbios 15:1
El sentir de Cristo fue dejar todo por nosotros, ¿Cuáles son nuestros deseos y anhelos? ¿Cuáles de estos deseos honran a Dios,? ¿Cuáles le dan la gloria a Dios? ¿Cuáles le dan el primer lugar a Dios?
Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.
Mateo 6:33
La sabiduría es importante, es primordial. El sabio sabe hacer lo bueno y correcto en el momento correcto.
Mucha de la información que nos han enseñado, con la que hemos crecido, no es la correcta. Aprendemos patrones y seguimos haciendo y pensando lo mismo que los demás. No por que en realidad lo hayamos pensado, sino por que seguimos patrones de conducta de nuestros padres y no pensamos en terminar con esos patrones. Esto nos lleva a tener una vida de conflicto, de lucha, de agresión, de disputa. Nuestra mente no tiene las características de Cristo, y si no las tiene, tenemos que comenzar a trabajar nuestra mente para que Dios nos ayude a formarla. Es un trabajo de Dios y de nosotros. Dios trabaja en nosotros, pero nosotros también debemos hacer nuestra parte. Debemos trabajar nuestra mente y quitar las cosas que no son gratas a Dios.
Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia, completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús.
Filipenses 2:1-5
Si por ejemplo nos dicen, “La televisión es la caja del diablo”, o si nos dicen “una consola de videojuegos es mala” ¿Será malo? Hay cosas que no son malas per se, pero nosotros las hacemos malas, con nuestro pensamiento, con nuestro comportamiento. Cada uno es responsable de nuestras propias decisiones, y no podemos culpar a cosas como la televisión o la consola de video juegos. Satanisamos las cosas, juzgamos las cosas, pero no vamos a la mente de Dios. ¿Qué es lo que quiere Dios? ¿Cómo lo ve Dios?
Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica.
1 Corintios 10:23
¿Qué me edifica? ¿Qué me conviene? Una persona inteligente medita y analiza la situación antes de decidir que va a emprender: un negocio, una casa, una escuela, un trabajo, que quiero estudiar, que quiero ser, hacia donde voy. Debemos tener un proyecto. Cada pensamiento hacia donde me edifica, hacia adonde me guía.
Todos vamos a pasar por pruebas en la vida, pero lo que tenemos que hacer es poner las bases firmes en el pensamiento de Dios, en su palabra para que cuando se den las circunstancias poder apoyarnos en Su palabra y salir adelante. Esto aplica también para nuestros hijos. Si dejamos que llenen su cabeza de televisión, de internet, de celular, de redes sociales, entonces ¿Quién lo esta educando?
Tenemos que cambiar nuestra mentalidad para poder transmitir ese cambio a las nuevas generaciones.
¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros?
Santiago 4:1
Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.
Romanos 8:2
Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía.
Santiago 3:17
Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí.
Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado.
Romanos 7:18-25
Dios hace nuevas todas las cosas, de esa forma transforma nuestros pensamientos, debe haber una transformación en nuestra mente y en nuestro corazón, para entonces ser libres.
A veces vemos todo mal, pero nosotros somos el problema. Al no querer tener una mente dominada, controlada, regida por el Señor, vemos todo mal. Lo anterior junto con la soberbia nos hace pensar que tenemos la razón en todo. También llega a pasar que todos nuestros problemas, todos nuestros traumas, todas nuestras frustraciones las transmitimos a nuestros hijos. Provocamos que el lugar en donde estemos haya problemas, contienda.
Desafortunadamente hay congregaciones cristianas que se desvían hacia doctrinas contrarias a la palabra. Esto pasa por que no estamos en la mente de Cristo. En el momento en el que algo así ocurra en nuestra congregación, debemos ser capaces de identificarlo, frenarlo y decir: ésto no es de Dios, con base a la palabra. En estas doctrinas el hombre levanta sus propios deseos, sus propios pensamientos y hacen que la iglesia caiga de la gracia de Dios.
Todo lo que debemos de hacer lo debemos de hacer para Dios. Hay hábitos y costumbres con las que cargamos, algunas buenas y algunas malas. Como cristianos, algunos de los malos hábitos que tenemos son: no leer la biblia, no orar, no congregarnos. Muchas veces traemos patrones de conducta implantados desde niños, esos patrones nos pueden hacer pensar que no tenemos lo necesario para poder impartir un tema, para poder ejercer un ministerio. Debemos, en el nombre del Señor, romper con esos patrones de conducta y ser libres en la mente para poder agradar-le a Él. No somos libres por cosas que nos dijeron desde pequeños, cosas que nos hicieron, cosas que no pudimos hacer. Pero esos pensamientos no son de Dios, no son los que edifican. Nos dejan ideas de que no servimos, de que no podemos, de que no podemos hacer, o que Dios no nos puede utilizar. Esos pensamientos no son de Dios y no debemos permitir que esos pensamientos estén en nuestra mente.
Cuando tenemos la fortuna de haber estudiado, una carrera, una maestría, un doctorado, un postgrado. ¿Cómo llegamos a ver a nuestros hermanos menos afortunados? A veces los vemos con altivez u orgullo, y no es bueno. Dios puede utilizar a cualquiera de nosotros, sin importar nuestra preparación. Dependiendo para lo que nos quiere Dios, Él nos va a capacitar y el va a trabajar con nosotros para ponernos donde Él nos requiere, pero para ocupar ese lugar que el nos da primero debemos de entender que debemos obedecer, debemos someternos a su voluntad.
En nuestra mente también existe prejuicios, por muchos motivos: nivel económico, género, profesión.