Transcripción de la prédica del 13 de octubre 2024
No podemos amar lo que no conocemos. A veces tenemos una perspectiva equivocada entre hermanos y semejantes, pero no solo entre nosotros, también con respecto a Dios.
En ocasiones nos ocurren cosas como un deceso. Si no conocemos a Dios lo llegamos a culpar. Podemos decir ¡yo me acerqué a Dios! ¡yo oré a Dios! ¡y Dios no me escuchó! No conocemos a Dios y culpamos a Dios.
En esta actualidad Dios es el culpable de huracanes, muertos por desastres naturales, muertos por una pandemia, etc. Tenemos una perspectiva sumamente equivocada de Dios. Decimos “Dios es amor” y como Él es amor, entonces podemos hacer lo que queramos, por que el nos ama y el no permitirá que nos vayamos al castigo eterno. ¡Claro que lo va a permitir! Esto por que no es su decisión, es nuestra decisión no estar con Él. Dios abrió el reino de los cielos para todos, pero estarán ahí los que le seguimos, los que le creemos y los que le conocemos. Pero si no nos interesa, ¿por qué vamos a estar ahí? Él respeta nuestra voluntad. Si no le queremos seguir, si no le queremos escuchar, entonces de forma lógica, ¿a dónde vamos a ir?
Dios es amor, y tan es así que nos sigue esperando, nos sigue soportando, no nos destruye a pesar de que lo merezcamos, pero tenemos una perspectiva equivocada.
El amor de Dios está plasmado en esta parte de la escritura, de forma muy concreta y real nos invita, nos llama a ser como Él es.
9 Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable;
1 Pedro 2:9
Él nos llamó para anunciar las virtudes de Él. No solo en conocimiento de Él, sino en nuestro testimonio, en lo que plasmamos. No podemos amarnos como “nos de la gana”, tenemos que amarnos como Cristo nos amó.
34 Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. 35 En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.
Juan 13:34-35
Cristo está poniendo énfasis en amar “como Él nos ha amado” No podemos amar a nuestra manera, debemos amar a la manera de Cristo, ¡y que grande es esa manera!
El amor de Dios en nosotros, plasmado en Corintios 13, debe reflejar en nosotros características de lo que Dios nos está pidiendo como manifestación de amor.
Se llega a decir “detrás de un gran hombre hay una gran mujer”, pero bíblica-mente es al revés. Nuestra esposa es el reflejo de lo que hemos invertido en ella, de todo lo que la hemos valorado.
Por naturaleza todos los jóvenes llegan a deprimirse, por que es un proceso de adaptación, de entendimiento, de auto-percepción. Pero si este estado dura mucho, ya es problema de los padres. Muchas veces nos cegamos a lo que hacen nuestros hijos, pero Dios no nos dice eso. El amor es verdad, es justicia, es disciplina, es orden, todo con amor, pero si debe haber estos elementos. Pero llegamos a tener percepciones equivocadas, por eso es importante conocer el amor de Dios.
Es verdad que todos hemos sido lastimados, defraudados, engañados, pero eso no debe hacer que le cerremos las puertas al amor, por que le estaríamos negando la entrada a Dios mismo. Demos que Él entre y que nos sane, nos limpie, nos restaure, y que nuestro corazón lata de nuevo. Si nos empeñamos en nuestro corazón de piedra y no dejamos que entre el amor, le estamos negando la oportunidad a Dios de bendecirnos, de hacernos feliz y de que tengamos una relación sana con los que nos rodea.
Hay traumas de la juventud que, si no son atendidos a tiempo, se reflejan en el hogar de adultos. Se repiten patrones que no se buscan, pero al no ser sano, vuelven a pasar. A veces somos tan inseguros que dañamos buenas relaciones. Demos que Dios sane y que nos enseñe a amar.
Un hogar en el amor, primeramente en Dios, y luego amor entre nosotros, siempre va a funcionar. Habrá problemas, pero el amor todo lo soporta. Ahí es donde seremos probados en el amor. En las crisis económicas, en el cansancio, en los conflictos. El amor es lo que nos ayuda a soportarlo todo. El amor todo lo soporta, todo lo creé y todo lo espera.
4 El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; 5 no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; 6 no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. 7 Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 8 El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará.
1 Corintios 13:4-8
El amor nunca deja de ser, pero si no dejamos que Dios entre a nuestro corazón y no dejamos que Él fluya en nuestro corazón, nada pasara. ¿Cuántas veces tenemos la oportunidad de demostrar nuestro amor y no lo hacemos? Por el enojo, por el cansancio, por los problemas. Si Dios se mueve en nosotros, no podemos dejar de amar. Dejemos que Dios nos enseñe como amar.
A veces en ese amor, también hay disciplina, y debemos dejar que Dios discipline. Debemos dejarnos enseñar por Dios como debemos amar. Debemos amar primero de una forma espiritual, en la dirección y sabiduría de Dios.
En nuestro hogar es similar, debemos dejar que Dios nos cambie, ser guiados en sabiduría para corregir, para amar y enseñar a nuestros hijos lo que Dios está pidiendo. Pero si no comenzamos por nosotros ¿cómo vamos a enseñar que Dios es verdadero? Jesús nos dejó un texto que es muy fuerte para todos: “por que ejemplo os he dado”
15 Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis. 16 De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió. 17 Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis.
Juan 13:15-17
Cuando confrontamos a nuestros hijos y los corregimos, si nosotros no hemos dado ejemplo, ellos también nos lo dirán. Podemos pasar toda la vida culpándonos, también podemos pasarnos la vida indicando de quien es el error mas grande, o podemos pasarnos la vida clamando por que haya verdadero amor en nuestros hogares. Es nuestra decisión.
Vayamos siempre a Dios, busquemos a Dios. Tal vez no sea fácil, pero quejándonos no ganamos nada. De rodillas podemos alcanzar a nuestra familia.
25 Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros. 26 Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, 27 ni deis lugar al diablo. 28 El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad. 29 Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes. 30 Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.
Efesios 4:25-30
Aquí la palabra nos enseña como debemos conducirnos. Lo primero es no mentir, ser honesto con nuestro prójimo. Algo que a veces se nos olvida es que todos somos miembros, los unos de los otros, como parte del cuerpo de Cristo. Dios nos diseñó para que estuviéramos juntos, funcionales, amándonos y sirviéndolo. Pero si alguno de nuestros hermanos cae, Dios ya tiene la respuesta a esa situación, pero lo que no tiene la iglesia es la forma de suplir a ese hermano. Lo que cada uno hace afecta a la iglesia, para bien o para mal. Todo lo que hacemos trasciende en la iglesia.
En la iglesia, ¿cómo damos ejemplo a nuestra juventud si como adultos no nos comprometemos? Todo lo que hacemos es trascendente en la iglesia, el hablar, el saludar, el tener una sonrisa, … ¡todo! Somos parte de un cuerpo, somos parte de una congregación, somos el pueblo del Señor, somo el cuerpo de Cristo y no debemos ofender al Espíritu Santo. Si ofendemos o ignoramos a nuestros hermanos, ¡ofendemos al Espíritu Santo!
Podemos enojarnos, pero no pecar. Trabajemos para poder compartir con otros.
Cuidemos nuestro hablar, nuestras actitudes, nuestros gestos.
31 Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. 32 Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.
Efesios 4:31-32
Debemos sacar de nuestras vidas la amargura, el enojo, la ira, la gritería, la maledicencia, con la ayuda de Dios por supuesto. Aunque digamos que Dios nos hizo como somos, Él nos dice “quítese de vosotros”
Perdonémonos unos a los otros.
En este pasaje Dios nos da cosas muy claras que traerán un resultado inmediato.
12 Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; 13 soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. 14 Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto.
Colosenses 3:12-14
Dios nos da estos mandamientos, ésta forma práctica de actuar. Él nos dice que permitamos llenarnos de Dios y dejar que la misericordia, la mansedumbre lo bueno fluya y que lo demos sin medida. En la sabiduría del Señor podemos darlo.